Si usted es de los que
cree que no existen las coincidencias en el universo, entonces de pronto le
interesa leer esta historia.
El año pasado asistí a un
evento de la Embajada de Emiratos Árabes haciendo el favor de representar la
organización con quien estaba trabajando durante el 2.018. El evento no tenía
nada que ver con mis funciones de contratista pero accedí a ir dado que tenía
el tiempo y disposición para hacer algo diferente.
Llegue sola, perdida y tal
vez sin entender muy bien en que podría aportar mi presencia en tal evento.
Entré al salón donde había varias mesas redondas de aproximadamente 8 a 10
puestos por mesa y no supe donde sentarme. Rápidamente di un vistazo y recuerdo
a mano izquierda ver un señor y una señora que tal vez me llamo la atención
sentarme ahí.
Pregunte: “¿se puede?”
haciendo referencia a la disponibilidad de un asiento vacío. Amablemente
respondieron “claro que si”. Un vez me estoy sentando mis ojos quedaron
clavados en el alzacuello blanco del señor, haciendo que en milésimas de
segundos mi mente sintiera una gran pereza de sentarme en la misma mesa de un sacerdote.
Pero no había vuelta
atrás, mi cola estaba adherida al asiento y mi corazón era incapaz de escapar. Así
que decidí soltar mi mente y entregarme al momento para estar abierta y
escuchar sobre el evento. Y así fue.
Mientras nos servían el
desayuno sale a relucir esa parte de mi personalidad que todavía no sé si es de
controladora o de amable, pero sentía una intriga muy fuerte por saber que
hacía un sacerdote y su acompañante en este evento, así que empezamos una
conversación. Y vaya sorpresa para mí recibir esta agradable compañía y relatos
de la Fundación Banco de Alimentos de Bogotá, organización que dirige el Padre
Daniel Saldarriaga, con quien estaba conversando.
El evento se llevó a cabo,
nos despedimos, intercambiamos números y no sé qué paso en mí pero quedé
cautivada por este señor, sentí que debía aceptar su amable invitación a
conocer la fundación.
A los pocos días estaba en
la zona industrial de Bogotá en las enormes bodegas donde opera esta fundación.
Para los que no saben, como yo en su momento, el Banco de Alimentos de Bogotá
es una fundación que se desempeña como puente entre donantes y necesitados.
Los
donantes se refieren a todos aquellos que quieren servir como
empresas privadas y públicas, la iglesia católica, las universidades y
voluntarios, que donan alimentos, dinero, bienes de consumo y tiempo en
voluntariado.
Los
necesitados hacen referencia a todas aquellas diversas fundaciones que contribuyen al
bienestar de tantas personas adultas y menores que se encuentran en situaciones
vulnerables. El Banco de Alimentos atiende a mas de mil cien organizaciones
vinculadas, sin importar su religión, entre instituciones educativas, adulto
mayor, comedores escolares, jardines infantiles, internados, adictos, y discapacitados,
llegando a alimentar a mas de 300.000 personas en un año en Bogotá y sus
alrededores.
Tuve la oportunidad de
recorrer todas sus instalaciones y apreciar de cerca la majestuosa logística en
que incurren para luchar contra el hambre, y recuperar toneladas de alimentos
que pueden llegar a bocas que las necesitan, minimizando perdidas y
desperdicios de la industria.
Estuve sentada unas largas
horas con el Padre Daniel y escucharlo e impregnarme de sus ansias de ayudar más.
Pude percibir el amor al servicio que brota del corazón de él y de su equipo.
Llegue a mi casa con ganas
de gritarle al mundo sobre ésta fundación que descubrí para mi, que seguramente
muchos otros ya la conocen. Sabía que iba a escribir sobre ellos en algún
momento.
Pero antes esperé un
tiempo, no sentía el momento para escribir sobre ellos. Al mismo tiempo un día
oyendo a nuestro Presidente Duque, encaje sus palabras en mi rompecabezas
mental, cuando se refiere a equidad en
su gobierno entendí que no se refiere a igualdad, porque nunca lo seremos. Comprendí
que su equidad se refiere a igualdad
de oportunidades, donde vivamos en un
país donde logremos garantizar la satisfacción de las necesidades básicas,
donde todos y cada uno de los colombianos ayudemos a otros a vivir con
dignidad.
Entendí la magnitud de un
grano de arena. Si aspiramos a un mundo mejor debemos dejar de añorarlo,
debemos hacer que surja un mundo
mejor.
Me tome una mañana para
vivir un voluntariado dentro del Banco y dimensioné que no alcanzan las manos
para empacar, organizar, separar, etiquetar…etc cada uno de los alimentos y
artículos que entran y salen de este Banco. Me conmueve ver tantos voluntarios
ayudando, me impregnan de alegría los empleados y su trabajo gratificante hacia
los demás.
Es imposible no sentir
tanto amor que puede brotar el ser humano. Me siento realmente conmovida.
Quiero ayudar a contribuir a su meta de mejorar la seguridad alimentaria de
500.000 personas para el año 2.021.
Todavía no tengo claro mis
acciones específicas a seguir, pero por lo pronto quiero compartir este
sentimiento con mis amigos y familiares, porque estoy segura que al menos UNO podrá impregnarse y
acompañara a esta hermosa fundación a luchar por este derecho básico de la vida.
Vivo en un mundo donde
estamos rodeados de contactos, empresarios, ejecutivos, voluntarios…etc que
podrían aportar. No lo duden, la vida se los devolverá.
Gracias a quien
leyó hasta acá. Gracias por tu pronta colaboración.
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